fragmentos portátiles de cuarentena

fragmentos portátiles de cuarentena. 2021.

fragmentos portátiles de cuarentena es un conjunto de dos obras en las que reinterpreto dos intervenciones anteriores con el fin de desde una nueva perspectiva y generar una serie de piezas independientes que funcionen en cualquier espacio pero nos remitan a uno concreto.

La primera de ellas, salir (fragmentos portátiles de cuarentena) está basada en la intervención homónima salir realizada durante el confinamiento de 2020. Después de varias semanas encerrados y encerradas, llegó un momento en el que una palabra comenzó a invadirlo todo: salir. Salir. Salir. Salir. Una palabra que resonaba a todas horas. Dentro y fuera. Salir empezó a ser una necesidad que cada vez nos inquietaba más. No sabíamos cuándo íbamos a poder hacerlo y, aunque teníamos la esperanza de que fuera pronto, ésta iba acompañada a la incertidumbre del cómo.

Las ventanas son el marco que nos une con el exterior y que nos lo muestra. En la instalación original, cubro una ventana de la casa con la palabra salir. Se repite la idea de cómo la casa, el lugar que era refugio, pasa a ser cárcel. Refuerzo de este modo la barrera dentro-fuera y acudo al acto repetitivo como acto sanador. Mientras escribo “salir” una y otra vez, olvido un poco las ganas de que se convierta en una realidad.

En este caso, la ventana se sustituye por un marco y el exterior por un espejo. Al mirarla, la obra nos devuelve nuestra propia imagen velada por aquella idea que ahora queda
en el pasado.

La segunda obra es la letra deshecha (fragmentos portátiles de cuarentena), la cual toma como referente a la homónima la letra deshecha y versa sobre la saturación informativa que nos ha golpeado a raíz de la pandemia.

Perforo páginas de papel de periódico hasta deshacerlas, creando un montón de confeti con el que cubro la ventana de mi habitación, de modo que no se permite la lectura del texto, pero tampoco ver más allá del cristal. Éste deja de ser una superficie a través de la que podemos ver para pasar a ser un muro más que oculta el exterior y nos repite lo mismo que no dejamos de oír a todas horas. Deshago la información para evidenciar el exceso de la misma. Así, cientos de pequeños círculos contenedores de un texto que no podemos leer, pero cuyo contenido podemos imaginar, va llenando la ventana. Visualmente, se asemeja al ruido (como la nieve de las televisiones antiguas o el que aparece cuando trabamos de vislumbrar algo en la oscuridad), representando el ruido informativo mediante el ruido visual.

En esta nueva adaptación de la obra, en lugar de una ventana encontramos un marco y al fondo ya no se ve la calle, sino que se vislumbra nuestro rostro reflejado por un espejo. Nuestra imagen aparece contaminada por toda la sobreinformación que hemos estado – y seguimos- recibiendo.


Disponibles en Galería Beatriz Pereira